La historia de un hospital que tenía ventiladores pero no medicinas para pacientes Covid; varios murieron

La historia de un hospital que tenía ventiladores pero no medicinas para pacientes Covid; varios murieron

Las alarmas de un ventilador artificial sonaban en el área Covid del Hospital General Dr. Daniel Gurría Urgell del ISSSTE, en Villahermosa, Tabasco. El sonido anunciaba que el paciente conectado no podía coordinar su respiración con el aparato.

Era un hombre de unos 60 años con obesidad al que los sedantes mantenían dormido, pero que no lograba estar tranquilo. Movía los pies y las manos ligeramente, respiraba agitado y la manguera que atravesaba su garganta y llevaba oxígeno a sus pulmones le causaba tos.

“Estaba sufriendo finalmente, porque aunque esté dormido el no poder respirar es lo más agónico que puede sentir una persona”, dice Leandro Cervantes Ledesma, médico internista que trabaja en ese hospital los fines de semana y que atendió a este paciente con Covid en el verano del 2020.

El paciente, aunque intubado, no recibió relajantes musculares porque no había en el hospital; su saturación de oxígeno bajó de 80 a 65 por ciento de un fin de semana a otro; los dedos de sus manos se pusieron blancos por la falta de presión y oxígeno, y apenas se sentía el pulso en ellos. Su piel se tornó de un color blancuzco con parches morados y su semblante, cuenta el médico, era “casi cadavérico”. El siguiente fin de semana el médico se enteró de que había muerto.


El caso se repitió al menos dos veces para el doctor: con un hombre de unos 70 años delgado y a una mujer de la misma edad con sobrepeso. Los dos estaban sedados, conectados a un ventilador, pero sin relajantes musculares. Los dos respiraban agitadamente, tosían y se movían. La piel, por la falta de presión y de oxígeno, era blancuzca, pálida. Igual que en el primer caso, cuando el médico regresó a su siguiente turno le contaron que habían muerto.

Aunque los tres pacientes tenían un ventilador para respirar, no les administraron vecuronio y rocuronio, relajantes musculares que se administran a pacientes intubados. Datos obtenidos por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) vía transparencia demuestran que cuando comenzó a subir la curva de contagios en Tabasco, la farmacia de este hospital del ISSSTE pidió de forma “urgente” estas medicinas porque se habían acabado.
La importancia de los medicamentos Un intubado sin relajantes y sedantes musculares tiene tos, se mueve y hace esfuerzos, lo que dificulta su respiración. “Aunque el aparato esté bueno, si el paciente no está bien dormido y bien relajado muscularmente no se le puede oxigenar bien su sangre”, dice el médico Cervantes Ledesma.

La falta de estos medicamentos puede ocasionar incomodidad, lesiones pulmonares e incluso la muerte por la falta de oxigenación adecuada en personas intubadas, advierte Fernando Jesús Olán, médico intensivista de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital.

Cuando los pacientes intubados están despiertos “se les puede salir el tubo porque se lo pueden quitar ante la desesperación. Lo más drástico es que pudieran fallecer en ese contexto”, explica.
Sin esos medicamentos, explica Narci Delia Hernández Arellano, enfermera intensivista del Dr. Daniel Gurría, “están inquietos, agitados, se taquicardizan, se hipertensan”.


En los primeros meses de la pandemia los intubados en este hospital recibían una mezcla de medicamentos para que se mantuvieran estables y sin agitaciones.

Un oficio obtenido vía transparencia por MCCI indica que cada paciente en estas condiciones necesitaba “medicamentos miorrelajantes y sedantes para infusión continua el tiempo de tratamiento depende de la respuesta de cada paciente, los cuales se han utilizado a la disponibilidad que haya”.

El oficio describe que por cada intubado las dosis eran las siguientes: Cien miligramos de midazolam más veinte miligramos a veinticinco mililitros de Nalbufina por hora; cien miligramos de midazolam más ocho miligramos de Vecuronio a veinte mililitros por hora; un gramo de Propofol a veinte mililitros por hora.

“Necesitamos medicinas de forma urgente”
El ocho de mayo de 2020 la farmacia del Hospital General Dr. Daniel Gurría Urgell se quedó sin Nalbufina y sin Vecuronio, medicamentos que sirven para calmar el dolor y para relajar los músculos de los pacientes intubados, respectivamente. Además, el Propofol, un anestésico y el midazolam, un sedante, estaban por terminarse.

El director del hospital, Javier Alejandro Sánchez Hernández, pidió en un oficio dirigido al subdelegado médico del ISSSTE en Tabasco, Manuel PérezOcharán, que trajeran esas medicinas de forma “urgente”, porque eran vitales para mantener estables a los pacientes, según consta en un documento obtenido vía transparencia por MCCI.

“El día de hoy actualmente en la farmacia no contamos con Vencuronio (sic), no contamos con Nalbufina, 22 cajas de Propofol, 177 Midazolam” dice el oficio.
“Solicito su apoyo e intervención de carácter URGENTE para realizar las gestiones administrativas a la brevedad posible y poder contar con los medicamentos, en el periodo comprendido del 8 de mayo de 2020 al 8 de junio de 2020”.

En el momento que se pidieron los medicamentos había 18 pacientes internados por Covid en el hospital y seis de ellos estaban conectados a un respirador artificial, señala el documento. En él, el directivo explica que cada intubado necesitaba relajantes musculares, sedantes y opioides de manera continua.

Con ese número de pacientes conectados a un ventilador, el hospital necesitaba por día: 108 cajas de Midazolam, 30 de Nalbufina, 3 de Vecuronio y 72 de Propofol.

En la farmacia había: 177 cajas de midazolam que durarían 24 horas y 22 de Propofol que con el número de pacientes que atendían durarían menos de 12 horas.*DISEÑO.


Trece días después -el 21 de mayo- el medicamento volvió a faltar. La farmacia se quedó sin Vecuronio y Propofol, según indica otro oficio firmado por el director del hospital. La Nalbufina alcanzaba para dos días más y el Midazolam que tenían no daba para tratar más de un día a los cinco pacientes intubados que había en el hospital en ese momento.

Les dieron menos de la mitad

Del 22 de mayo al 22 de junio del 2020 la farmacia del hospital recibió menos de la mitad de la medicina necesaria para atender a los intubados. El Centro Nacional de Distribución del instituto surtió de Midazolam al Daniel Gurría, pero sólo mandó un 37 por ciento de todas las cajas que pidió el director del hospital. Lo mismo con la Nalbufina (13 por ciento) y el Propofol (13 por ciento). El funcionario también pidió vecuronio, pero no se surtió, revelan datos obtenidos vía transparencia por MCCI.


Esta asociación solicitó una entrevista con la subdelegación del ISSSTE en Tabasco para saber el motivo por el que las medicinas faltaron, hasta ahora las autoridades no han dado una respuesta.

Estaban despiertos


El personal médico asegura que los sedantes también hicieron falta: el midazolam y propofol llegaron a escasear de dos a tres días de manera intermitente en este hospital en los picos del covid en el estado, entre mayo y agosto.


Aunque los documentos proporcionados por el ISSSTE vía transparencia a MCCI indican que sólo en mayo hubo desabasto de estas medicinas, médicos y enfermeros entrevistados aseguran que los medicamentos faltaron desde mayo hasta septiembre del año pasado.


Fernando Jesús Olán, médico intensivista, recuerda que vio a un paciente intubado despierto hasta por un turno de seis horas, en lo que se lograba conseguir el medicamento. No estaba dormido porque no había suficientes sedantes para mantenerlo así.

En otra ocasión, cuenta, no había sedantes para mantener dormidos a todos los intubados del área covid en las seis horas que él estuvo atendiendo en el área covid.
Había “tantos casos que si en ese momento que no había sedantes y teníamos, no sé, seis intubados, pues a la mayoría le faltaban, entonces la mayoría no tenía una sedación adecuada”, asegura el especialista.

El único hospital

Hasta agosto del año pasado, el Hospital General Gurría, era el único hospital de segundo nivel de esa institución en todo Tabasco que daba atención a los más de 186 mil afiliados.

En él continuaron las labores de medicina interna, laboratorio, maternidad, cirugía y consulta de especialidades a pesar de la pandemia porque no había otro hospital de esa dependencia que diera la atención de esos servicios.

El primer caso de coronavirus en el estado se confirmó el 18 de marzo. Una mujer de 61 años, que estaba en resguardo domiciliario, fue la primera portadora que la Secretaría de Salud estatal confirmaba. En esas fechas, el Hospital Daniel Gurría Urgell sólo tenía tres camas de terapia intensiva y tres ventiladores.


En julio la entidad llegó a su punto máximo de contagios, con más de 460 casos nuevos en un día. El número de personas que dio positivo a Covid fue aumentando y las camas del hospital tuvieron que aumentar también: se acondicionó la zona de urgencias como área covid y se instalaron tomas de aire, más camas para pacientes que sólo necesitaban oxígeno y para los requerían ser intubados.

Durante ese mes los médicos atendieron hasta a 20 personas intubadas al mismo tiempo y se colocaron hasta 60 camas, según indica un reporte de disponibilidad de camas de la Secretaría de Salud Federal obtenido vía transparencia por MCCI.

El 13 de mayo y el 4 de julio todas las camas generales para Covid en ese hospital se llenaron, según dicho reporte.


Aunque hay otro hospital general en el estado del ISSSTE, la nueva sede del Dr. Daniel Gurría Urgel, en estos meses todavía no estaba en operaciones.
Lidiar con la crisis


Para Narci Delia Hernández Arellano, una enfermera intensivista, trabajar en el área covid del Hospital General Dr. Daniel Gurría fue un reto. La primera vez que entró se dio cuenta del panorama: “muchas carencias, personal capacitado pero con carencias, material, medicamentos”.


El personal médico cuenta que para paliar la escasez que se tuvo de forma intermitente hasta por tres días, usaron lo que tenían a su alcance para sustituir unas medicinas por otras.


“Tenía que estar el doctor ajustando las dosis o cambiarlos por otros medicamentos que hubieran para que el paciente se mantuviera sedado”, afirma Olga Guadalupe Ramos Suárez, enfermera general que también trabajó en el área covid durante el pico de contagios.

“Hubo como tres, cuatro días que cambiaron por otro medicamento, por diazepam y precedex”, recuerda.


El Diazepam, un ansiolítico, y el fentanil, un narcótico que tiene acción analgésica y sedante, fueron algunas de las medicinas que usaron en sustitución de sedantes para que pudieran estar dormidos.
Sin embargo, cuando se cambia una medicina por otra, a veces no se tiene el efecto que se desea.
“A veces no tienen el efecto que tú esperas entonces el paciente empieza con agitación psicomotriz porque está despierto, con un tubo en la boca y empieza a agitarse. Tiene una agitación y una desesperación, acumula secreciones” explica Narci Delia.


“Es frustrante porque tú sabes que al pasar el medicamento relajante muscular el paciente puede mejorar, pero no sucede así porque no lo tienes. ¿Qué haces? Te quedas cruzado de brazos viendo las cosas con una frustración horrible”, dice Leandro Cervantes Ledesma, médico internista del hospital.

Fuente: El Universal

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